lunes, 18 de junio de 2007

JUAN MANUEL ALFONSI, CUENTO, BAREYTEMA DANAMA, ARGENTINA



A Dardo Festino


Reos del tiempo
Gabriel Avilés


Tal vez
al fin
todo sea un alivio
todo sea un océano
un lugar donde ya no exista nadie.
J.M.A


Nada corría ayer tan ligero por entre los álamos como el viento. Daba la impresión de que el tiempo se hubiera acelerado. Era placentero, sin embargo, permanecer tendido en el pasto oyendo una lluvia falsa.

Había logrado escapar de lo gris por Esmeralda, la calle principal de Praesidiu que luego se destroza en un camino angosto de piedra y polvo. Lo hice en una bicicleta asombrosa, a una velocidad sin burocracias ni semáforos. Las casas, los altos y anchos edificios, las esquinas, pasaban por mi costado rápida y borrosamente, es decir, yo atravesaba el pueblo a gran velocidad, pero el haber permanecido encerrado tanto tiempo me provocaba la sensación de estar detenido en plena huida. Me serenó una paz abrasadora cuando comencé a divisar, debajo del firmamento, la inmensidad del campo, que hoy no puedo imaginármelo sin ellos que creo que también aumentan en tamaño.


Abandoné la bicicleta al costado del camino y me dirigí hacia un monte que casi besaba el cielo en un horizonte de trigo. Me estaba colmando de calma y a la vez me causaba miedo la libertad que sentía mientras caminaba. Había sido tan fácil escaparse del juzgado, robarse una bicicleta, huir. Estuve tan cerca de gozar del tiempo y del espacio como a mi se me antojara… después de tantos años de sentir el alma exprimida en las humedades.


Aunque llegué despacio después de dos horas de serenidad hasta ese monte de álamos, mis pulmones estaban agitadísimos por el aire puro recibido. El viento era insoportable, aproveché entonces para descansar refugiándome en la arboleda. Me tendí boca arriba, cerré los ojos y me dejé dormir por los violines oyendo la belleza de los álamos bailando. Desperté aturdido, al rato, por un silencio fuerte.


Estaba todo inmóvil, la prisa del aire se detuvo de golpe, todavía no sé si parpadeé yo o si el sol desapareció un instante. En ese momento emergió él, de la nada, justo en frente mío, y me dijo: “Soy Bareytema Danama, nacido del instante”, y murió, y sólo ese segundo de vida le bastó para duplicarse en cantidad y en tiempo, permitiéndole continuar con su relato: “Hoy es conmigo el principio del infinito y de lo eterno, mi propósito es ir a la par del universo en su expansión”, y murió nuevamente, pero ya eran cuatro, con cuatro segundos más de vida cada criatura, que eran él mismo.


Su cuerpo (el de todos) era delgado como el barrote de una reja (no media más de treinta centímetros anoche), llevaba los brazos hacia arriba pegados a la cabeza-ojo. “Morirá lo viejo cuando todo lo ocupe! -exclamó- Cuando no sea el aire, sino el espacio de mi especie, cuando no sea el tiempo, sino mi crecimiento, cuando todo lo ocupe, cuando todo sea yo y no sea nada, entonces nacerá lo nuevo”- recitó mientras moría y resucitaba escandalosamente. Carecía de boca. El sonido de la voz le salía por el furioso parpadear de su ojo, un parpadear que apenas se percibía por la velocidad de su lenguaje, que yo descodificaba con una facilidad absoluta, como si mi mente hubiera estado preparada para ese inesperado acontecimiento.


No pude salir del asombro hasta que me preguntó si yo era un ser humano, automáticamente respondí que no, no por miedo sino por vergüenza.


“Lo nuevo será de nuevo el principio?” –pregunté lo más amargo posible.


“Lo nuevo será el principio de algo distinto, -respondió rítmico al instante mientras se sujetaba a una rama suelta que el viento había empezado a empujar levantándola en el aire y alejándolo de mí- “Habrá otros crecimientos, otras especies, pero todos vivirán en mí por que yo estaré en todas partes”


Fue lo último que le escuché decir mientras se multiplicaba en la altura en decenas y decenas dejándose llevar por el tiempo.

Ilustración: Juan Soriano

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuento interesante que se mueve de manera universal sin regionalismos literarios.
Tristan A.

Anónimo dijo...

Me encanta ese cuento, cada bichito parece como un pedacito de universo y el infinito.